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domingo, 18 de agosto de 2013

Los Jaivas. 50 años de historia



“¿Cuál fue su motivación para hacer la tesis sobre la gráfica de Los Jaivas?” Con esa pregunta comienza la entrevista que me hizo la periodista Pamela Urbina Alvial, cuando terminaba de escribir el nuevo libro que celebra las cinco décadas de la banda más longeva de la música popular. Paradójicamente, es la misma pregunta que personalmente creo debería hacérsele a ella respecto a éste, su primer libro.

Son varios los hitos que podríamos comentar en estas semanas de fiesta por el medio siglo de Los Jaivas. Desde conciertos mega-masivos, hasta las toneladas de basura en el Parque Forestal. Pero creo que el momento público e íntimo de ayer, 17 de agosto (dos días después del cumpleaños oficial), es símbolo de lo que este hecho significa en lo medular.

A mediodía se lanzó el libro “Los Jaivas. 50 años de historia”, de Pamela Urbina, fundadora y subdirectora de la comunidad Jaivamigos. Felizmente, fui invitado porque colaboré en un capítulo de la obra con mi trabajo de investigación de tesis de pregrado sobre el análisis gráfico y comunicacional de las carátulas del grupo, como testimonio histórico, reflejo de imagen e identidad. Que actualmente puede revisarse en extenso en la publicación digital: “Los Jaivas. Testimonio y Marca” (click para ir a la publicación online).

Fue una ceremonia simple y espontánea, donde la autora junto a Claudio Parra, René Olivares (responsable histórico de la gráfica de la banda), Mario Mutis y Juanita Parra se encontraron y agradecieron mutuamente por la dedicación al trabajo (periodístico, musical y artístico). Luego de los protocolos en el Salón Blanco del Museo de Bellas Artes, todos los presentes, incluidos los artistas, compartieron un coctel y pudieron encontrarse en el hall del museo, donde se podía recorrer la completa y emotiva exposición conmemorativa de los 50 años de la agrupación, con fotografías, pinturas, partituras, trajes, objetos e instrumentos de la vida de Los Jaivas y su entorno.

Cuando ya se había retirado parte del público, y mientras Claudio, Mario, Juanita y René seguían compartiendo, fotografiándose y firmando autógrafos, al igual que la autora del libro; Claudio Parra se sentó al piano en medio de la exposición, en una pequeña tarima, mientras René Olivares se subió a su lado a ilustrar sobre una tela blanca. Poco a poco se unieron Juanita y Mario en percusiones, e inesperadamente, aparecieron desde la calle y entre el público: Francisco Bosco, con su saxo y flautas bajo el brazo, y Alan Reale con una guitarra “de palo”.

Interpretaron alrededor de seis temas, acústicos y acompañados por el coro popular. Con no más de 200 personas y el paisaje del museo, en su esplendor. Un verdadero recital íntimo, simple y transversal. Volviendo a esa esencia familiar de la comunidad. Como para ponerle los pelos de punta a cualquiera que estuviese ahí, mirando, conversando, cantando, bailando y sonriendo. Festejando los 50 años de Los Jaivas, a su lado, sobreponiéndose al paso del tiempo y a la misma muerte, como los mismísimos integrantes históricos de la banda y la comunidad pretenden que ocurra por mucho tiempo más.

jueves, 23 de febrero de 2012

Más de un siglo de Matta



¿Qué quedó en Chile de Matta?
Rematando el verano y aprovechando los últimos días en que aun se podía, fui al Museo de Bellas Artes a ver la exposición “Matta 100”. Una muestra pequeña pero bien interesante de la obra de este artista en el marco de los 100 años de su nacimiento en Chile, cumplidos el 11 del 11 del 11.

Más allá de lo cabalística de esta fecha, que incluso fue bastante utilizada por el mismo Roberto Matta durante su vida; es claro que un siglo sea siempre digno de festejarse y compartirse. Así, vemos como desde noviembre de 2011 hasta (por lo menos) los primeros días de marzo del presente año, se han desplegado en nuestro país ediciones editoriales, productos audiovisuales y exposiciones en museos, como el Bellas Artes y Centro Cultural Palacio la Moneda, dedicados al artista que partió hace tanto tiempo de Chile.

Al salir de “Matta 100”, en mi cabeza ronda un concepto: Matta es un personaje tremendo. Su trayectoria toca tan diversas aristas que incluso cuesta enumerarlas. Historia, arte, pintura, ilustración, editorial, política, amores, amistades. Chile, Latinoamérica, Estados Unidos, Europa, Cuba. Lo local y lo global. Un hombre intenso que se casó cinco veces y dejó huella artística, en dos y tres dimensiones, por donde pasó. Que esculpió y pintó desde telas finas y cortinas de museo, hasta murales populares (como aquel hecho junto a la Brigada Ramona Parra). A quien se le negó la nacionalidad chilena en tiempos de dictadura y se le extrañó desde la vuelta a la democracia, pues ya era oriundo del mundo y no solo de nuestro país. Y quien, además, se relacionó con Dalí, Magritte y Breton, fue expulsado del movimiento surrealista y ganó decenas de premios por el globo.

Personalmente, me atrae la mirada simple sobre escenas complejas, idílicas o cotidianas. Desde La Ilíada o El Quijote y La declaración de los Derechos Humanos, hasta los medios de transporte urbano o los deportes. Ese “control descontrolado” en soportes pequeñísimos y gigantescos, con una síntesis de la forma casi infantil y un uso del color realmente cautivante, logrando brillos mecánicos y plásticos, además de planos opacos y texturados, entre lo orgánico y lo robótico. Un universo concentrado pero exuberante, que pasa por decenas de técnicas y materiales. Tremendo.

Matta siempre mantuvo, pese a las distancias, una relación especial con Chile y con Latinoamérica; la política y sus cercanos criollos, como su amigo personal Nemesio Antúnez. Este último, que como director del Museo de Bellas Artes de Santiago incluso nombró una sala con su nombre, la que aunque fue renombrada durante la dictadura militar, hoy puede visitarse con su nombre original.

No es extraño que se le recuerde con admiración y nostalgia en nuestro país, por sus pares o el público general, a más de 100 años de su nacimiento. Vale la pena ver fragmentos de un siglo y fracción de Matta, a nueve años de su fallecimiento en Italia.

sábado, 23 de julio de 2011

De la memoria de museos a series de televisión



¿Qué tiene en común el Museo de la Memoria con Los archivos del Cardenal? Algo bien sencillo: la memoria. Este concepto, paradójicamente, es uno de los que, a veces, menos retenemos. Más allá de definiciones de diccionario, es interesante mencionar que la memoria conforma parte trascendente de nuestra identidad. De lo que realmente somos y nos determina como individuos, y también como sociedad.

La memoria, según plantean algunos teóricos humanistas, se suma al diagnóstico y a las proyecciones, dentro de esta triada que determina la esencia misma de un grupo o entidad. No es extraño entonces que día a día se hagan esfuerzos para mantener en el presente, aquello del pasado que guiará, o abrirá caminos alternativos con dirección a algún futuro. De allí que toman fuerza los proyectos históricos, artísticos, culturales, políticos o comunitarios alrededor de la evocación. Con fines absolutamente nutritivos, más o menos trágicos o cómicos, tanto en quienes protagonizaron ese pasado, como en quienes la observan tras la vitrina ultra-moderna de una gran multitienda llamada “opinión pública”.

Chile, en lo particular, y no por ello ajeno a realidades universales comparables, conecta comúnmente el tema de la memoria con su política y su historia social del siglo XX. En especial, el Gobierno de la Unidad Popular y el Golpe Militar, con su posterior régimen, dan cuerpo a una memoria ineludible, aunque por muchos conductos se haya intentado forzar a la amnesia colectiva. Actualmente, se cuenta con productos editoriales, fotográficos, impresos, escritos, ilustrados, fílmicos, de audio. Todos ellos colaborando en un gran álbum desarmado que se intenta volver a empastar.

El Museo de la Memoria y los Derechos Humanos; proyecto Bicentenario abierto el 2010 por la entonces presidenta Michelle Bachelet, tiene por objetivo justamente esto: reconstruir un fragmento identitario, de manera integral, del pasado reciente, para ayudar al diseño constante de la sociedad, desde el conocimiento y la reflexión. Con los ojos vidriosos de los más canos y las miradas atentas de los jóvenes, se consigue de forma fina y explícita, un sitio tan presente como atemporal. Además de gratis en su entrada, para quienes aun no se hayan animado a ir.

De ahí a proyectos audiovisuales exitosos, como la bullada y recién estrenada serie Los archivos del Cardenal, basados en documentos y experiencias entorno a la Vicaría de la Solidaridad, el salto es tan grande como natural. Más allá de la calidad de las actuaciones, con Benjamín Vicuña, Daniela Ramírez, Néstor Cantillana, Alejandro Trejo, Francisco Melo, de los guiones, aciertos históricos o estilos narrativos; desde el detalle del fumar compulsivo de todos los personajes a la triste realidad de que la audiencia conoce a la perfección el final de este relato, es notable el que se abran y propongan nuevos productos que vitaminicen la memoria desde los medios masivos. Es interesante cómo los museos o las telenovelas pueden aportar en este sentido, proponiendo el recordar, de manera cercana y directa.

Diagnostico que esta suma de iniciativas, lejos de las disputas sordas de los más politizados, proyectan un futuro más concreto, un proyecto más humano y, probablemente, con más alternativas que el de sociedades olvidadizas, que tienden al peligro de las constantes recaídas.

Sitios relacionados: Museodelamemoria.cl, Los Archivos del Cardenal