¿Sabían que salió una nueva edición de la Revista Chilena de Diseño? Comparto este breve post para invitarlos a leer la Revista Chilena de Diseño Nº2, a cargo del Departamento de Diseño de la Universidad de Chile. Aparecida hace solo pocas semanas, ya agotada en ventas (en formato análogo, pues puede curiosearse online) y con una mítica probabilidad de segundo tiraje en imprenta, para responder la demanda generada.
La invitación tampoco es tan casual, pues a quien le interese el tema podrá encontrarse con un artículo publicado de quien escribe, hecho en co-autoría con mi estimada Carminda Silvestre (*), que se denomina: "Un discurso para la cohesión social. El proceso semiótico-discursivo en la (re)construcción de marca Chile en el Bicentenario" (link para visitar el artículo en la web de la revista). Además de textos de varios colegas y amigos ligados al diseño y a la Universidad de Chile.
Abstract:
Los periódicos, la televisión o Internet son medios privilegiados al momento de la construcción, mantención o reconfiguración de identidades. No es casual entonces que muchos organismos o entidades se valgan de este tipo de medios como elementos centrales a la hora de construir sus textos multimodales en el desarrollo de su identidad o en la configuración de su imagen. Así, por ejemplo, estamentos gubernamentales levantan campañas multimediales con propósitos de afiliación, reconocimiento y hasta cohesión social dentro del contexto globalizado y mediatizado de este nuevo milenio. El Bicentenario es nuestro objetivo de análisis como núcleo de una campaña cuya finalidad comunicativa es la cohesión social, el reconocimiento de los chilenos y la posibilidad de, desde un discurso patriótico con cimientos históricos y una frescura universalizable, hacer encontrarse a los chilenos entre sí y de transmitirse como marca hacia el exterior a través de distintos recursos semióticos existentes, aprovechando soportes y medios de consumo masivo
actuales para fortalecer una visión de patria con historia, presente y futuro. Por consiguiente, analizaremos los textos multimodales de la campaña, desde una perspectiva del estudio de la marca país, a partir del cuadro teórico de la semiótica social.
(*) Profesora coordinadora de Lingüística Aplicada en la Escuela Superior de Tecnología y Gestión del Instituto Politécnico de Leiria en Portugal y coordinadora del Departamento de Ciencias del Lenguaje en la misma institución
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martes, 2 de octubre de 2012
martes, 26 de abril de 2011
Taller Mano Alzada

¿Quién no recuerda alguna cruzada con cariño? Por estas fechas, cuando nos adentramos en el otoño santiaguino y los días se acortan cada vez más, aunque extrañamente el ámbito de movilizaciones estudiantiles ha estado poco movido el último tiempo y recién hoy empezó a olfatearse algo tenue alrededor de las universidades, se viene a mi memoria el Taller Mano Alzada.
Corría la segunda mitad del primer semestre del año 2005, y en Chile estábamos en plena paralización nacional estudiantil frente a la inminente aprobación de la Ley de Financiamiento Estudiantil tramitada en el gobierno de Ricardo Lagos, con Sergio Bitar de Ministro de Educación. Pero no se trataba de una paralización de algunos núcleos universitarios ultra politizados, sino de una verdadera cruzada transversal y masiva, en la que se involucraron universidades y carreras históricamente apáticas a los paros y las tomas. Esta particularidad e impacto a nivel de convocatoria juvenil, provocó acciones y reacciones creativas, todas ellas pacíficas y con excelentes resultados, como hace rato no se veían, llegando a irrumpir programas televisivos exitosos como Vértigo, a tomarse la radio de la Universidad de Chile para transmitir un programa especial denominado Frecuencia ocupada, además de otras múltiples apariciones en prensa, medios de comunicación y mucha vía pública.
Así fue como un grupo pequeño de estudiantes de tercer año de diseño de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) de la Universidad de Chile, espontáneamente se apropió de una sala de taller y comenzó a construir y producir mensajes alusivos a la contingencia. Se trataba inicialmente de un grupo de no más de diez personas que comenzaron a movilizarse desde su área, a través del diseño de carteles hechos a mano. Tengo certeza de la magnitud del equipo, que pronto se bautizó como Taller Mano Alzada, porque formé parte de él como uno de esos estudiantes energéticos. Quizás muchos digan con los años que formaron parte del taller, ya que actuaba silenciosamente y de forma concentrada en la FAU, desde bien temprano y a veces hasta la madrugada. Y nadie pretende negar que el ritmo no era esclavizante, los turnos se daban naturalmente y solíamos pasar el frío y el tedio de la rutina con navegados y otras bebidas amables con la creatividad.
Pero del diseño a mano se pasó a trabajar con plantillas, pintura, spray, experimentando con xilografía y stencils, hasta llegar al sistema más productivo: la serigrafía, con la cual se lograron tirajes impresionantes, que tuvieron los suelos de las salas llenos de afiches que luego se pegaban, repartían o vendían para conseguir fondos para los gastos de las movilizaciones generales. Además de afiches, se gestaron propuestas notables como la intervención del frontis de Casa Central de la Universidad de Chile con post-its (esos papelitos amarillos con adhesivo) para que la gente opinara y apoyara la iniciativa, empapelando finalmente la estructura, además del constante diseño de boletines y la participación en marchas y actos culturales, junto a decenas de amigos y estudiantes.
Se trabajó muchísimo y se produjo una enormidad, como pueden ver en la fotografía del muro de los originales, donde todo nuevo producto se exponía, junto a los bastidores, herramientas, esa fiel radio destruida, la olla de los elixires y algunos recuerdos más.
Quise hacer un pequeño homenaje al Taller Mano Alzada, tal vez nostálgico, tal vez demasiado breve para algunos, pero confórmense con que tanto la iniciativa como algunos estandartes creados allí, por ejemplo la consigna “Estudiantes por Chile”, se reeditan desde entonces, cada vez que los estudiantes unidos han requerido de nuevas versiones del taller de serigrafía y comunicaciones de Diseño en la FAU. Pasó con la Revolución Pingüina del 2006 y con los movimientos universitarios del 2010 recién pasado, entre otros. Un honor haber presenciado un fragmento positivo de nuestra historia.
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jueves, 4 de junio de 2009
La despedida apoteósica de un Matador

¿No es extraño festejar la perdida de nuestros ídolos deportivos? Este martes por la noche aconteció un momento de antología en el Estadio Nacional, hace poco bautizado como Julio Martínez. Más de sesenta mil personas se apretujaron en ese lugar para darle vida al Adiós Matador, el mega-evento de despedida del fútbol de José Marcelo Salas Melinao, “El Matador”.
El Estadio Nacional se vio colapsado por la sobreventa y la reventa de entradas para el gran show. Yo asistí con un grupo de familiares, casi nos quedamos fuera y después tardamos por lo menos 20 minutos en pasar desde el acceso a galería norte hasta las bancas bajas del sector a codazos y contorsiones. Puedo asegurar que había más de sesenta mil personas en el recinto, si hasta las escaleras estaban copadas de gente en todo el estadio y ningún vendedor de confites o bebidas logró llegar siquiera a ser visto por alguno de nosotros.
Hubo centenares de personas que ni siquiera pudieron entrar, algunos con entradas de sesenta mil pesos compradas hace un mes, y otros muchos con suerte vieron pedazos de la cancha entre cabezas desde los accesos a las galerías.
Estos “detalles” logísticos se deben considerar. Son tan pocas las fiestas deportivas que tenemos en Chile, que la gente está ansiosa cuando se apronta alguna, sobre todo de estas características, aunque sean para perder a un crack. Hay que prever sobreventas, reventas, masas indómitas, olores, peleas y extravíos familiares. Se despedía a un ídolo nacional, el último gran delantero del fútbol chileno, según dicen algunos.
Estaban invitados grandes jugadores de Universidad de Chile, de La Roja, River Plate y Juventus. Los amigos de Salas en la Lazio no pudieron llegar por un percance de último momento, pero la verdad, es que poco se notó.
El Matador tiene muchos méritos para despedirlo en grande, y también para rogarle que no se vaya todavía. ¿Una exageración?, no lo creo. ¿Cuántos goleadores así ha tenido Chile?, ¿cuántos deportistas de calidad y precio internacional han salido de clubes como el Santos de Temuco para llegar a Argentina y Europa como ídolos?. Sólo por citar algunos ejemplos: Marcelo Salas jugó 465 partidos oficiales en tres países y en 15 años de carrera, la Juventus pagó 24.000.000 de dólares por su último traspaso en Europa, marcó 249 goles en partidos oficiales, 37 de ellos en sus 70 partidos por la Selección Chilena, convirtiéndose además en el artillero histórico de nuestro país. Los números lo avalan, y el cariño de la gente también, como se demostró esta semana en el Estadio Nacional.
Incluso hay que agradecerle ser un personaje tan deportivo y tan poco farandulero. Se ha mostrado siempre como un hombre reservado y de pocas palabras, nunca le gustó demasiado hablar con la prensa y evitó cualquier portada extra deportiva, pero es cercano a la gente y cuando tuvo que hablar o aparecer, lo hizo. Igual que en la cancha; cauteloso, buen compañero, pero sobre todo certero.
Hoy en día, en que sobran los futbolistas más preocupados de su peinado y sus aventuras amorosas que de sus profesiones, y con esa eterna Roja de Todos que nos mantiene con el alma en un hilo, hay que saber reconocer a quienes nos han dado alegrías, y por qué no decirlo, a quienes han promocionado el nombre de Chile en el extranjero. Basta con recordar que un estadio argentino repleto coreó “chileno, chileno” cada vez que El Matador hizo de las suyas en River Plate.
Por eso estas despedidas son tan escandalosas. Por eso se hace pequeño cualquier recinto para contener semejante show. Ya se despidieron Marcelo Ríos e Iván Zamorano logrando estruendos similares, y no son muchos más los que pueden hacerlo. Actualmente, fuera de un par de futbolistas de la talla de David Pizarro o Alexis Sánchez, para cuyas despedidas habrá que esperar bastante, o Fernando González en el tenis, son escasos los héroes nacionales modernos que tenemos, y por ende, hasta las fiestas de despedida son muy pocas.
Pese a las malditas lesiones que lo alejaron de las canchas siendo aún muy joven, a que personalmente preferiría ver a Salas morir en la cancha y pese a que por un minuto, aplastado entre la multitud, creí que no vería el espectáculo, yo estuve ahí, salté en el tablón y me comí un sanguche de potito a la salida, en honor a Salas. Adiós Matador.
Referencias personales: Mi presencia en el Estadio Nacional para la despedida de Marcelo Salas.
Otras referencias: Emol.cl
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