lunes, 17 de agosto de 2009
Economía subterránea. Mendigos en el Metro
¿Llegaron tendencias mundiales para limosnear en el Metro? Hoy cuando volvía a casa en la Línea 1 ocurrió algo que me hizo sentirme por un momento en el metro de otra ciudad, como Ciudad de México o París. Cuando tuve la suerte de estar en ambas ciudades vi cómo en sus trenes subterráneos, con muchas más líneas y movimiento de pasajeros que en nuestra capital, subían artistas, vendedores y mendigos a conseguir algunas monedas, tal y como frecuentemente pasa en las micros santiaguinas. Hoy por primera vez, me topé con algo así en el Metro local.
Apenas subí al tren en Estación Tobalaba noté que un hombre que parecía de más de 65 años, con sus ojos idos y una muleta, daba un discurso acerca de un accidente que había tenido y cómo con sus 53 años se veía en la imposibilidad de trabajar y estaba obligado a pedir cooperaciones voluntarias en la calle para sostener su casa. Pero no estábamos en la calle sino bajo tierra, y el sistema de este personaje era bastante peculiar, pues apenas pasaba recogía las limosnas de un sector, avanzaba varios pasos hacia otro grupo de asientos y comenzaba su relato nuevamente. Así, una y otra vez, se ganaba la vida posiblemente yendo desde el último vagón hasta el primero.
Jamás había visto en ningún recorrido del Metro de Santiago a alguien pidiendo plata, ni tampoco ganándosela. Según tengo entendido, no es la falta de creatividad la que hace que no haya gente haciendo dinero en el Metro capitalino, sino que son expulsados por los guardias de la empresa. Por eso me llamó la atención la situación y quise comentarla.
¿Acaso las micros, estaciones de Metro y veredas están tan saturadas ya que comenzaremos a ver personajes de este tipo en lugares que en Santiago no estábamos acostumbrados?, ¿o es tanto el cambio que ha tenido nuestro Metro con el proyecto Transantiago que se están descuidando antiguas costumbres y reglamentos?, ¿o la tendencia mundial superó a la guardia local subterránea?
No digo que este tipo de escenas nos hagan más o menos modernos o avanzados como nación. La novedad de la situación es la que me lleva a la memoria y las comparaciones. Como sea, me dio lástima que mi primera experiencia de este tipo en el Metro de Santiago fuera con alguien pidiendo limosnas y no vendiendo algo o haciendo un poco de arte. En México presencié el tránsito de vendedores de una infinidad de productos, y en París recuerdo a un hombre, como de la misma edad y condición socioeconómica de este personaje de la Línea 1, tocando guitarra de manera asombrosa y con una voz bastante privilegiada al que la gente daba no pocos euros.
Puede haber sido solo casual, pero ojalá que si siguen colándose estos personajes en el Metro, me toque ver también otro tipo de espectáculos y no solo historias trágicas. Con lo atochado, denso y antisocial que se ha vuelto nuestro transporte subterráneo (sobre todo a horas punta), no sería malo poder contar con ofertas llamativas o canciones que acompañen y distraigan nuestros viajes.
Referencias: Anécdota en el Metro de Santiago y viajes anteriores bajo el suelo del D.F. y París.
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